Abrí los ojos...miré a la ventana...y pegué un brinco ¡dios, hay luz! el despertador tenía que haber sonado a las 5 de la mañana, porque a las 7.40 h tenía que estar cogiendo el autobus de la excursión en frente de la Universidad de Viena...¡me había dormido!...las 7 y 3 minutos...hurry up!!!! me vestí en un suspiro, eche todo lo que era capaz de encontrar en la mochila: un paquete de galletas, la bufanda...las orejeras...¿dónde están las orejeras? ¡a la mierda con las orejeras!... me medio peiné y salí pitando...en el tranvía fui comiendo algunas galletas como desayuno y cuando llegué a Shottentor me pillé un café en el Mc donald's.
¡Llegué a tiempo! y a menos cuarto estaba subiendo con Celia en el autobús. Tras repartirnos una mandarina a cada uno (como nos cuidan, oye....) nos dieron un papelito con el plan del día y con el menú de la Heuriger a la que iríamos a cenar, para que eligiésemos lo que queríamos y lo tuviesen listo al llegar. Todo lo que íbamos a ver estaba en otra región de Austria, al sur de Viena, que se llama Styria.
El paisaje al salir de Viena cambia muchíiisimo y es todo precioso, además, cubiertos por la nieve, los pueblecitos en los valles eran clavados a esos que aparecen en las postales de navidad...con sus casitas de colores con tejados a dos aguas, su iglesia y los pinos en las laderas de las montañas...indescriptible...es para verlo...
La primera parada fue en una fábrica de aceite de semillas de calabaza, típico de Styria...y omnipresente...por tooooodos lados ves algo con semillas de calabaza o con aceite de semillas de clabaza...hacen hasta papel con la torta de extracción del aceite...la calabaza en Styria es como el cerdo en España, que se aprovecha hasta los andares, salvo porque las calabazas no andan, que sino también. En un enclave la mar de bucólico-pastoril (como tooodo lo que habíamos venido viendo por el camino en el autobus...parecían pueblos de juguete, de cuento...), estaba el molino...muy rural, muy tradicional y, como no podía ser de otro modo aquí en Austria: ecológico y bio.

Y ya allí empezó nuestro ágape:...nos prepararon una mesita con distintas "preparaciones" que hacen con las pipas de calabaza: recubiertas de chocolate, de chocolate blanco, de chocolate blanco con naranja, de mocca, de coco y chocolate, de plátano y chocolate, de canela, de vainilla, de ajo... rico, rico, rico...empezamos cogiendo de una en una y acabamos por servirnos con la cucharita que había al lado de cada bol...¡a saco! y venga pipas y venga pipas...cómo funcionaba el molino era lo de menos...allí la cosa era zampar.
Después de nuestro almuerzo calabazil, cogimos de nuevo el bus...próxima parada: Zotter!!!! la fábrica de chocolate.
En cuanto cruzas la puerta de entrada un intenso olor a cacao envuelve todo...mmmmmm ¡cacaoooo! lo siguiente, agenciarse una cucharilla que tienen en una estantería y pasar a una salita donde te proyectan una peli sobre cómo se produce el cacao...el cacao, la planta, que no el chocolate...eso viene después.
La visita empieza viendo el almacén donde tienen todos los sacos de semillas de cacao fermentadas y secas, procedentes de distintos puntos de sudamérica, y de allí pasas a ver toda la maquinaria y cómo trabajan los operarios para pasar de esas semillas a el chocolate. En el punto en que el polvo de cacao se mezcla con la manteca, tienes una fuentecita de chocolate...y tooodo el mundo se lanza ávido de dulce a llenar su cucharita (yo fuí una de esas)...hasta que te llevas la cucharita a la boca ¡por dios! ¡que cosa más desagradable! es chocolate sin leche y sin una pizca de azucar...amargo como el solito, por favor!!!! lo mejor de esa parte es dedicarte a ver las caras de la gente cuando se llevan la cucharita a la boca.


Y del infierno del chocolate amargo al paraíso...la parte en la que el polvo de cacao junto con azúcar u otros ingredientes (frutos secos, fresas,...) se mezcla con leche. Allí tenian una fila de fuentes de chocolate fundido con distintas proporciones de cacao, desde el 100 % de cacao hasta un 40%...me quedo con el de 50%. Habia también chocolate hecho con leche de soja (no muy para allá) y chocolate con leche de oveja (delicioso es poco), además de chocolate blanco fundidito...mmmmmmmm dulce dulce dulce.

Pero el verdadero gustazo eran las tres fuentecitas de chocolate fundido que había en un rellanito de la escalera: chocolate con coco, chocolate con almendras (que sabía a turrón de Jijona) y chocolate con avellanas...perdí la cuenta de las veces que repetí de cada uno...¡el paraíso en mi lengua! por favor lo que pude disfrutar...sustituto del sexo no se si podrá ser el chocolate...pero que en ese momento, en ese rellano, pude sentir cómo mis endorfinas y mi serotonina se disparaban...¡es cierto!...¡qué cosa más rica! me pasaría en ese rellano horas enteras rellenando la cucharita...¡y no estoy exagerando! cualquiera que me conozca un poquito lo sabe que no exagero.

y como broche...cuadraditos de chocolate sólido de todos los porcentajes de cacao (100-40), chocolate blanco, con leche de soja y leche de oveja...probé de cada uno con las pinzitas y luego opté por lo sencillo y gorronil...torre de cinco cuadraditos de cada uno en mi cucharita e ir comiendo...¡que sino tenías que esperar mientras cogían los demás!
De ahí pasamos a las tabletitas que hacen de sabores rarunos. Le dabas a una palanquita que parecía la de las máquinas tragaperras y te cortaba un trocito de chocolate: chocolate de un montón de procedencias distintas, en distintos porcentajes de cacao, con distintos tiempos de cocción, con arándanos, con acai, con frutos secos, con mango, con té verde, con flores, con fresas, canela, ...perdí la cuenta...y venga a probar uno y otro y repetir y comparar sabores...al final del pasillo fué cuando empecé a sentir qué como metiese un sólo trocito más de chocolate en mi estómago...¡vomitaba!
Yo creí que la visita ya había acabado...era lo lógico,...un estómago normal no tiene capacidad para más...¡pues no! había una especie de bar donde te daban un vasito largo con leche espumosa, la salita estaba recorrida en su perímetro por un cable del que colgaban unos cacharritos como mini-telesillas que transportaba cada uno tres tabletitas pequeñas de chocolate de distintos sabores, y que se iban desplazando por toda la sala a ritmo de bachata...las tabletitas son un chocolate especial para fundir en la leche y tomarte un chocolate líquido con sabor, por ejemplo a miel y canela, o vainilla bourbon, o...

tenían además un "tocadiscos" gigante con varios platitos con trocitos de chocolate de distintos sabores que podías ir cogiendo y guardar en una cajita...bueno, somos estudiante, españolas y nos pirra el dulce...una cajita no, llenamos cuatro...y como mi estómago no daba para meterme en ese momento un baso de leche con chocolate, nos liamos a pillar todas las tabletitas que creimos oportuno, sin caer en el abuso: 44 tabletas en mi caso...45 ya hubiese sido abusar...

La última parada era una salita pequeña con bolitas de chocolate también de sabores raritos, estaban metidas en algo a caballo entre una mini hormigonera de cobre y los bombos de la lotería de navidad, ahí dando vueltas y vueltas y vueltas...el problema: eran las 14.50 y a las 15.00 había que estar en el autobús para ir a ver el castillo...solución a la española...un par de servilletas y a pescar bolitas de chocolate...yo acabé con dos bolsas-servilleta llenas de bolitas. ¡qué dinero más bien empleado el que pagué por esta excursión! ¡me puse las botas a chocolate y tengo en la nevera chocolate para un mes! mmmm para repetir.
Desde luego que este sitio es el cielo para cualquier goloso empedernido entre los que sin duda yo me incluyo...
Y de vuelta al autobús, haciéndo recuento de nuestro botín llegamos al castillo de Riegersburg...¡precioso! ¡qué vistas! parecía que habíamos viajado en el tiempo por un momento, además justo al atardecer y cubierto por la primera nevada del año...inolvidable...no es para menos, si tenemos en cuenta que se trata de un castillo cuyo foso es el hogar de una familia de conejos belier!
Y de Riegersburg a cenar...madre mía, yo con un embarazo de 5 meses por toda la "jartá" de chocolate que me había metido al cuerpo hacía un ratito e íbamos camino de cenar...¡a las 5 y media de la tarde! Y ahí que llegamos, a un restaurante monísimo...aquí es que todo lo decoran con un cuidadito, hasta el mínimo detalle...tenían sus ramitas de pino en el suelo del porche de la entrada, con sus velitas metidas en bolitas de cristal...y dentro tres cuartos de lo mismo.
La cena, en mi caso, no podía haber sido más típica de Styria: una ensalada con bolas queso de oveja (creo que por aqui lo de la leche de oveja también les va lo suyo) en crema, cubiertas de semillas de calabaza y aliñada con aceite de calabaza...¡obviamente!¡qué sino!...pero oye...riquíiiisima...a pesar de mi preñez chocolatil, entró y la mitad de apfelstrudel que compartí con Celia también entró...después de la cena, mi tripa era ya de ocho meses, pero que me quiten lo bailao!

A la vuelta, y para bajar la cena se conoce, nuestros particulares azafatos (lease, los monitores de la ESN) nos ofrecieron un "café", repartieron vasitos por todo el autobús y se pasearon con...¿un termo? no, con las botellas del malísimo vino blanco y el agua con gas (aquí lo toman así, mezclado...se llama Spritzel) que habían sobrado de la cena, y con la pregunta de "one coffe?", te servian tu Spritzel, con la consiguiente risa del azafato y el "cliente". Pues tres paseos por el pasillo se dieron sirviendo "café", tres ronditas de Sprizel vamos...yo con una tuve más que suficiente, porque el vino era lo siguiente a malo, pero el que cumpliese con las tres rondas de "café" seguro que entro en calorcito.
Llegamos a las 10 y algo a Viena, yo con unas ganas enormes de entrar en mi casita y tumbarme en mi cama...pero con la satisfacción de haber disfrutado de uno de mis mejores días aquí en Viena...fué perfecto: soleado, con el paisaje precioso, salpicado de nieve...me puse hasta reventar de chocolate, me reí como una enana en la fábrica de chocolate, en la de aceite de semilla de calabaza con la imitación de la imitación de gorrino de Celia, con el bucólico-pastoril, porque tooodo era muy bucólico pastoril,...con nuestra interesante conversación sobre ética y ciencia con Alexandros en la cena...y lo mejor de todo ¡una mochila hasta los topes de chocolate! sol, nieve, risas, chocolate...¡perfecto!
¡los 25 euros mejor gastados de mi vida!